Vaya historia... Hay un pequeño fallo en la versión de audio 🤣.
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Era el 1 de agosto, día festivo en Suiza, y Hans, un apasionado fumador de puros, decidió salir a la naturaleza y relajarse con un buen puro. Se dirigió a un lugar idílico a orillas del lago, donde los pájaros cantaban y el sol brillaba suavemente entre las hojas. Hans se sentó en el tocón de un árbol, encendió el puro y saboreó la primera calada. Pero nada más ponerse cómodo, un grupo de personas cargadas de utensilios de barbacoa se dirigen hacia él.
"Disculpe, señor, pero hemos reservado nuestra zona de barbacoas aquí", dijo un hombre fornido con un delantal etiquetado como "maestro de barbacoas". Hans suspiró, recogió sus cosas y salió en busca de un nuevo lugar tranquilo.
Encontró un claro apartado en el bosque y pensó que aquí nadie le molestaría. Encendió de nuevo su puro y saboreó el ambiente tranquilo. Pero, de repente, oyó voces fuertes y el estruendo de unos fuegos artificiales. Un grupo de adolescentes había decidido lanzar sus fuegos artificiales aquí mismo. Hans no podía creer la mala suerte que había tenido aquel día. Volvió a recoger y se marchó.
Llegó a un prado idílico y pensó que era el lugar perfecto. Pero en cuanto encendió el puro, oyó un fuerte "¡Mäh!" a sus espaldas. Un rebaño de ovejas militantes, lideradas por un carnero especialmente duro, marchaba directamente hacia él. Evidentemente, a las ovejas no les impresionaba el humo del puro de Hans y querían el prado para ellas solas. El carnero se quedó mirando a Hans como diciendo: "¡Fuma en otro sitio, colega!". Hans suspiró profundamente, recogió sus cosas y se puso de nuevo en camino.
Tras varios intentos infructuosos de encontrar un lugar tranquilo, Hans decidió probar suerte en una cervecería al aire libre. Se sentó en una mesa, pidió una cerveza grande y encendió su puro. Por fin, pensó, podré fumar tranquilo. Pero menos de cinco minutos después, el camarero se acercó y le dijo: "Disculpe, pero aquí no está permitido fumar".
Completamente frustrado, Hans miró a su alrededor y por fin vio a un viejo amigo, Fritz, sentado en la mesa de al lado y saludándole amistosamente. "¡Ven a verme, Hans!", gritó Fritz. "Conozco un dato privilegiado".
Fritz condujo a Hans a un pequeño jardín escondido detrás de la cervecería, rodeado de altos setos y con algunos rincones acogedores para sentarse. "Aquí se está tranquilo y nadie nos molesta", dijo Fritz, encendiendo él mismo un puro.
Hans apenas podía creer su suerte. Se sentó, encendió de nuevo el puro y le dio una calada. Por fin, después de todas las interrupciones y molestias, podía disfrutar de su puro en paz. Fritz y Hans pasaron el resto del día en aquel pequeño paraíso, fumando sus puros y riéndose de las locuras del día.
Mientras caía la noche y los fuegos artificiales estallaban en el cielo, Hans observaba cómo el maestro de la barbacoa, los jóvenes con sus fuegos artificiales e incluso las ovejas militantes se pintaban en el cielo. De repente, un grupo de ardillas irrumpió en el jardín, cogió la caja de puros de Fritz y trepó con ella a un árbol.
"Menudo día de locos", dijo Hans, riendo mientras terminaba su puro con fruición. "¡Pero al menos ahora tengo una buena historia que contar!".
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